Despierto sobresaltada y empapada en sudor. Observo a mi alrededor y me dejó caer de nuevo en la cama, aliviada, sigo en mi habitación. Una pesadilla. Miro el reloj...las siete... su avión llega en tres horas.
Abro las persianas y las ventanas y dejo que me inunde la brisa de un amanecer de verano.
La ducha fría me despeja, me permite pensar con claridad... Tres años, tres años desde que se fuera y todavía recuerdo nuestro última noche juntos como si fuera ayer.
A la orilla del río, iluminados tan solo por la luz de las estrellas, pasamos la noche, entre abrazos, besos y risas... Intentando no pensar que a partir del día siguiente, tardaríamos demasiado tiempo en vernos. Pero al amanecer, nos dimos cuenta de que era inevitable y se acercaba la hora de despedirnos.
- No me olvides...- susurré mientras lo abrazaba un poco más fuerte, con lágrimas en los ojos.
Cogió mi cara entre sus manos y me obligó a mirarlo a los ojos. Como tantas otras veces su nariz se rozó con la mía y susurró a milímetros de mis labios.
- ¿Olvidarte? ¿Pero tu estás tonta? Jamás podría y ya lo sabes.
- Pero, pero, pero... son tres años y hay millones de chicas mejor que yo.
- Princesa, no hay nadie mejor que tú. ¿Algún día conseguiré convencerte?- me preguntó mientras enjugaba mis lágrimas.
- Posiblemente no, ya sabes que soy muy cabezota.- Y ambos no podemos evitar reirnos.
- Sí, mi princesa cabezota.
Nos tumbamos en la hierba deseando que no pasase el tiempo. Que eses minutos fueran eternos.
Más tarde nos dirigimos al aeropuerto y fui incapaz de soltarlo antes de darle un último beso y susurrarle un te quiero.
-Yo más.- Contestó mientras me daba un beso en la nariz y luego se dirigía hacia la puerta...
Cierro el grifo y me envuelvo en una toalla. Me siento en el suelo y me abrazo las piernas. Aunque no quiero admitirlo, estoy aterrada.